El desarrollo de la mujer está unido a la idiosincracia de su país, a su cultura, y a los ementos sociológicos de su circunstancia. A lo que se suma la historia, que influye ya no en términos de fronteras sino más bien de regiones.
La que lo advierte es Patricia Debeljuh, directora ejecutiva del Centro Standard Bank Conciliación Familia y Empresa (Confye), de la IAE Business School. En diálogo con LA GACETA, la doctora en filosofía de la Universidad de Navarra advierte la mujer paga un precio demasiado alto por su progreso laboral, social y político.
"La mujer debe estar presente en el mundo público, pero sin dejar de ser mujer ni dejar el ámbito natural de la familia. Y esto, por supuesto, incluye al varón. Pero es tan fuerte el paradigma según el cual el marido sale y es proveedor, mientras que la mujer se queda, que eso llevó a la mujer a relegar su nivel educativo y profesional. Está bien que ella no abandone la familia, pero también debe participar del mundo público y eso hace que debamos replantearnos muchas cosas. La primera es que ese mundo público sólo está diseñado para los hombres", advierte la autora de El desafío de la ética.
La mujer -denuncia la autora de La conquista de las virtudes en la empresa- se encuentra con un mundo de estructuras rígidas y debe sacrificar mucho para adaptarse. "Hubo muchas que siguieron el camino de imitar el estilo del varón. Aunque es comprensible que lo adoptaran no es razonable. Pierden mucho para adoptar un estilo que no le es propio. Otras mujeres, al ver que es difícil llegar o pertenecer a esos ámbitos, han vuelto al nivel del hogar, con alto índice de frustración: el lugar no estaba preparado para aprovechar su potencial", comparó.
La estrategia
Y están aquellas que lo intentaron en la política, en la educación y en la empresa. "No es fácil. Lo hacen sin resignar familia ni hijos. Para poder intentar cambiar ese mundo público estructurado por los varones, una variable empleada exitosamente consiste en que varias mujeres trabajen juntas, en que constituyan una masa crítica. Es una muy buena estrategia armar un equipo, liderado por mujeres y compuesto por mujeres, porque desde ese lugar se pueden mostrar resultados", propone Debeljuh.
"Si a esto sumamos que los varones están más abiertos, advertimos entonces que la mujer llegará con otras y con otros. Porque en esas mismas estructuras encuentran varones que las apoyan y que descubren que la vida no es sólo trabajo. Hay muchos varones sensibles que descubren que también estaban dejando pasar mucho. A la vida pública les faltan madres y a las familias también les están faltando padres", distingue.
La licenciada en Relaciones Industriales advierte que tan importante como pensar en las chicas que miran hacia arriba y ven mujeres en el poder, es observar a los varones que miran hacia arriba ven que les faltaron sus padres. "Lo mismo ocurre con los jóvenes que ven en sus trabajos jefes o líderes que han fracasado en sus vidas personales. Las nuevas generaciones no quieren repetir esas experiencias. Tenemos que apoyarnos también en eso para que la mujer llegue en su concidion femenina, codo a codo con el varón, no compitiendo sino armonizando. Nos completamos unos con otros y así podemos construir familias y sociedades más equilibradas", manifestó.
Precisamente, la autora de la tesis Los códigos de ética y el desarrollo de las virtudes. Una propuesta para la empresa desde la realidad argentina hace hincapié en que los hombres y las mujeres son iguales en su dignidad, "pero son distintos: de sólo vernos se nota. Nuestros cerebros son diferentes. Vemos la realidad de distinta manera. Los varones focalizan, las mujeres son más amplias. Pero lo bueno de ser distintos es que las diferencias nos complementan. Lo que a uno le sobra a otro le falta y eso potencia -asevera-. El hombre racionaliza y profundiza, pero en un solo aspecto. La mujer, más empática, ve otras alternativas, y con ello amplía la mirada del hombre".